Es curioso porque en muchas ocasiones no nos fijamos en los pequeños detalles, ya sean en una palabra, en un gesto, en un comportamiento en un momento determinado. Parece como si fueran de menos importancia, más insignificantes para nosotros. Como si lo que de verdad importara fueran los grandes acontecimientos, las grandes palabras, los grandes comportamientos.
Sin embargo, las guerras se pierden por pequeños detalles que se dejan pasar desapercibidos o se ignoran. Y para mí las amistades también se mueren por esos pequeños detalles o se crean y engrandecen por ellos.
Ya puede ser una palabra, una llamada en un momento determinado, una visita, o simplemente la forma de reaccionar frente a algo.
En nuestra memoria personal conservamos esos recuerdos de infinidad de pequeños detalles que nos hacen decantarnos por unas personas u otras para confiar en ellos.
Lo malo es que a veces, cuando la vida nos va mal, parece que no ocurre suficientes cosas para probar una amistad y claro, en la calma del mar todo es idílico. Sin embargo, cuando viene la tormenta es cuando conocemos la verdadera naturaleza de la gente que nos rodea y en quién podemos confiar.
Gracias a los que habéis estado allí, una vez tras otra. No me olvido de estos detalles.
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