martes, 10 de febrero de 2009

Porque también hay malos tiempos,

César Vallejo, nuevo por esta posada de guerreros


LOS HERALDOS NEGROS


Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... Yo no sé!

Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre... Pobre... pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé!

Porque correr no siempre es de cobardes...

Revólver
Si no hubiera que correr
Quédense con lo que dice al final:
El aliento del destino quizás sople sobre mí...

Benedetti, de vez en cuando

Y también en la lucha contra San Valentín...

Para los cursis, para los que regalan el corazón más grande, más rojo,

Para los que regalan la tarjeta más romántica, más especial, más San Corte Inglés.

Para los que intentan encontrar el osito de peluche más tierno, más amoroso.


Para ellos, contra ellos, un poco de Benedetti:

si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos
No basta con eso?
Tan sólo quería compartir con vos, la ración mensual de Don Mario.
un abrazo,

Buscar

buscar
sin temer la búsqueda.
buscar
en lo profundo;
en donde las huellas
marcan las heridas.
Buscar,
sin saber qué buscamos.
Buscar,
en los demás, en uno
los senderos,
nuestra esencia.
¿Quién soy yo?
Tantos años
sin hallarme,
o de hallarme cada vez?
Buscar significa
renunciar a encontrar,
o encontrar lo indeseado.
Buscar, a fin de cuentas,
es salir de uno mismo,
enfrentarse al que es,
Luchar con el que fue,
intentar entender
qué será.
Buscar,
es sin quererlo,
o malditamente
enfrentarse al vacío,
o crear vacío
pero hallar respuestas,
o encontrar más preguntas.

Hay unas cuantas tinieblas

Un hombre más sabio que yo dijo una vez que los mejores libros no son los que te enseñan algo nuevo, sino los que te recuerdan algo, o te confirman una idea que vino a ti un momento de lucidez, y necesitabas confirmar.


Ese hombre, que lamentablemente ya no está entre nosotros, tenía razón. La tuvo cuando nos previno de la "neolengua", del "crimental", o de oscurecer nuestras pasiones. Pero tenía razón en esto de los libros.

Conocí a Conrad por casualidad, por rumores, por una profesora repipi de la universidad a la que le encantaba "El corazón de las tinieblas", y por algún amigo filósofo, y otros menos filósofos, pero pensadores.

El Congo no es algo nuevo, ni sus historias, pero este libro nos las recuerda, confirma nuestras sospechas. Y lo hace con más intensidad cuando lo leemos pro segunda vez.

Los males de esta tierra, nuestros miedos y dudas, y la certeza de la profundidad que deja nuestra huella.

Me quedo con esta frase:

"Eran conquistadores, y para ello sólo se necesita la fuerza bruta; no hay nada en ello de qué jactarse, cuando se tiene, ya que la fuerza de uno es sólo un accidente que se deriva de la debilidad de los otros" (Joseph Conrad)

Actualizando...

Escribir nunca es fácil. La vida nos complica nuestra existencia a través de rutinas, obligaciones, y la seriedad de una vida de trabajador. Uno intenta sacar tiempo, pero a veces no aparece, o no nos sabemos organizar. Además, el problema del vicio de escribir, es que nos desafíamos a nosotros mismos, disfrutamos compartiendo, transcribiendo en palabras las reflexiones, las señales de esta vida.
Y a veces lo hacemos demasiado bien (al menos no nos disgusta cómo queda la combinación de palabras), y nos da pereza superarnos a nosotros mismos, nos da miedo no estar a la altura de poder seguir escribiendo algo a la altura del público selecto, que quizás por equivocación, búsqueda de nuevos rumbos, o por la coacción de una amistad de profundas experiencias, cae por estos lugares.

La posada del guerrero sigue abierta. A veces desazón, resaca o la pereza de la vida que nos acorrala en sus tibiezas, no podemos abrir tan a menudo como querríamos, pero el gran Joseph Conrad, y la vida que siempre sorprende, nos ha vuelto a poner en juego.

El letrero ya está puerto en la puerta azul cochambrosa del 721 del bâtiment H de Nanterre:

ESTAMOS ACTUALIZANDO: LA MEMORIA Y LA PALABRA POR LLEGAR...