Escribir nunca es fácil. La vida nos complica nuestra existencia a través de rutinas, obligaciones, y la seriedad de una vida de trabajador. Uno intenta sacar tiempo, pero a veces no aparece, o no nos sabemos organizar. Además, el problema del vicio de escribir, es que nos desafíamos a nosotros mismos, disfrutamos compartiendo, transcribiendo en palabras las reflexiones, las señales de esta vida.
Y a veces lo hacemos demasiado bien (al menos no nos disgusta cómo queda la combinación de palabras), y nos da pereza superarnos a nosotros mismos, nos da miedo no estar a la altura de poder seguir escribiendo algo a la altura del público selecto, que quizás por equivocación, búsqueda de nuevos rumbos, o por la coacción de una amistad de profundas experiencias, cae por estos lugares.
La posada del guerrero sigue abierta. A veces desazón, resaca o la pereza de la vida que nos acorrala en sus tibiezas, no podemos abrir tan a menudo como querríamos, pero el gran Joseph Conrad, y la vida que siempre sorprende, nos ha vuelto a poner en juego.
El letrero ya está puerto en la puerta azul cochambrosa del 721 del bâtiment H de Nanterre:
ESTAMOS ACTUALIZANDO: LA MEMORIA Y LA PALABRA POR LLEGAR...
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