Hace tiempo que me planteo cómo fueron nuestros orígenes, si ya entre esos primeros homos ya había desconfianza, competitividad, supervivencia.
Probablemente competían por sobrevivir. Pero la pregunta es, ¿eran tan egoístas? ¿Se miraban con recelo?, sin fiarse entre ellos.
Realmente es curioso lo crueles que somos contra nosotros mismos. Hace tiempo que miro con estupor (cada día más) el comportamiento humano. No soy experto en psicología social, pero basta pasarse por un aeropuerto, por un anden de metro, por la entrada de un concierto.
Puedo uno ver cómo actuamos, cómo nos empujamos, cómo competimos, nos despellejamos por conseguir un buen sitio, entrar primeros, etc.
Este fin de semana he vuelto a ver esa malicie, esa desvergüenza. Esa crueldad. Basta con ir en una compañía low cost, y ver cómo se dan codazos por entrar los primeros, o incluso intentar entrar antes que el vecino.
Uno se plantea que pasará cuando deje de ser entrar el primero en el avión o coger el mejor sitio en el cine, y se trate de sobrevivir, de conseguir los últimos víveres, de encontrar refugio.
Me temo, amigos, que habrá muerte y destrucción, que el ser humano sacará lo peor de sí mismo (o simplemente será de nuevo el animal que es).
Auguro un mal futuro a esta raza, el día que dejemos de vivir en la calidez y bienestar de este Estado social y democrático de Derecho y volvamos a la jungla, a la lucha por la supervivencia.
De nuevo, se caerá la piel del hombre, y será lobo. Lobo contra lobo, luchando sin piedad.
Ay de los corderitos, que se mezclen en su lucha
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